El reconocimiento hacia uno mismo supone la aceptación de que lo que soy es valioso y suficiente, supone que reconozco mis recursos, y que estoy conforme con mi identidad. Cuando esto no se da, da igual lo que haga el otro, no me sentiré nunca suficientemente reconocido. Hay personas que necesitan alimentar el ego, creando así una estima y valía dependiente de la presencia o no de reconocimientos externos. Estas personas llevan una vida de sufrimiento y  una trayectoria profesional  marcada por el resentimiento de lo que no recibieron, fijándose siempre en lo que falta y no en lo que tienen.

El cómo me siento reconocido por los demás también está relacionado con el manejo de mis expectativas. Si sé recibir lo que me es dado sin expectativas sobre cómo deberían ser las cosas, evitaré la frustración de no conseguir lo que deseo y podré recibir lo que me es dado con agradecimiento y sin envidias por sentir agravios comparativos con mis compañeros, as. Personas exigentes nunca están satisfechas sobre cómo les gustaría ser reconocidas, ya que el reconocimiento dado no coincide con la manera exacta de cómo se hubieran imaginado que necesitaban ser reconocidas. A estas personas en las organizaciones es difícil satisfacerlas.

También he escuchado en sesiones de coaching creencias y juicios que bloquean la propia posibilidad de sentirnos reconocidos. Son frases del tipo: “Me ha dejado una caja de bombones en la mesa, algo quiere. ¿Qué me irá a pedir ahora?”; “Ya me ha dicho mi madre, al verme el fin de semana trabajando: Acuérdate de tu padre que  se murió y  nunca nadie le reconoció nada en la empresa”; “Sí, me reconoce en Navidad delante de los demás, para quedar bien. En realidad ya sé lo que siente”;  “¡Y ni me dio ni las gracias!”.  

Sin embargo, tenemos la libertad de poder elegir la manera de observar la realidad, de cómo responder ante las circunstancias. Quedarme en una conversación de víctima, impotencia, injusticia, sólo me lleva a un sufrimiento asegurado.

Otras personas están creándose las circunstancias de vivir en una organización con más satisfacción.  Sus creencias son del tipo: “Cada cual hace lo mejor que puede, dadas las circunstancias en las que se encuentra”;  “Todo individuo lleva dentro un talento que espera ser revelado” ; “Las personas no hacen las cosas mal adrede”; “Toda acción de otra persona o es una muestra de amor o una petición de amor”.

La organización en la que trabajas puede decidir establecer o no un sistema de reconocimiento para lograr en las personas una mayor satisfacción e implicación. Tus compañeros, compañeras con los que has tenido la suerte o desgracia de trabajar durante unas cuantas horas al día pueden ser personas que posean o no las competencias para el reconocimiento real, sincero, correcto. No obstante, siempre puedes elegir cómo sentirte. Tú decides qué pensamiento vive en ti. Y nada, excepto tus propios pensamientos, te puede hacer daño.

 

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